12.11.11

solíamos fingir..



-Y después —dijo la Maga— lo más probable es que acabe por acostarme 
con Ossip, pero serás vos el que lo habrá querido.
-¿Pero a vos realmente te puede gustar ese tipo?
- No. Lo que pasa  es que hay que pagar la farmacia. De vos no quiero ni un 
centavo, y a Ossip no le puedo pedir plata y dejarlo con las ilusiones.
—Sí, ya sé —dijo Oliveira—. Tu lado samaritano. Al soldadito del parque
tampoco lo podías dejar que llorara. 
—Tampoco, Horacio. Ya ves lo distintos que somos. 
—Sí, la piedad no es mi fuerte. Pero también yo podría llorar en una de ésas, y 
entonces vos...
No te veo llorando —dijo la Maga—. Para vos sería como un desperdicio.
Alguna vez he llorado.
De rabia, solamente. Vos no sabés llorar, Horacio, es una de las cosas que
no sabés.
Oliveira atrajo a la Maga y la sentó en las rodillas. Pensó que el olor de la
Maga, de la nuca de la Maga, lo entristecía. Ese mismo olor que antes... «Buscar a 
través de», pensó confusamente. «Sí, es  una de las cosas que no sé hacer, eso y
llorar y compadecerme.»
—Nunca nos quisimos —le dijo besándola en el pelo. 
—No hablés por mí  —dijo la Maga cerrando los ojos—. Vos no podés saber si 
yo te quiero o no. Ni siquiera eso podés saber.