—No se me pasa por alto —peroré, pues— que ha
sonado la hora fatídica de mirar hacia atrás con la serena lucidez del que sabe
que va a caer el telón y que, a poco que remolonee, no tendrá que hacer
balance. No diré que dejo este mundo sin pena; entre los muchos sentimientos
contradictorios e inoportunos que en mi ánimo luchan con resultados generalmente
nefastos no están el estoicismo preclaro ni la elegante resignación. Es triste
constatar, al levar anclas, que jamás he poseído las virtudes más excelsas de
la hombría: soy egoísta, timorato, mudable y embustero. De mis errores y
pecados no he salido ni sabio ni cínico, ni arrepentido ni escarmentado. Dejo
mil cosas por hacer y otras mil por conocer, de entre las que citaré, a título
de ejemplo, las siguientes: ¿por qué ponen huevos las gallinas?, ¿por qué el
pelo de la cabeza y el de la barba, estando tan juntos, son tan distintos?,
¿por qué nunca he conocido a una mujer tartamuda?, ¿por qué los submarinos no
tienen ventanas para ver el fondo del mar?, ¿por qué los programas de
televisión no son un poco mejores? ítem creo que la vida podría ser más agradable
de lo que es, pero es probable que esté equivocado, o que no sea tan mala, sino
sólo una pizca banal. Tonto, indolente y desinformado he llegado a ser lo que
soy; tal vez si hubiera sido más cerril habría llegado más lejos. Nadie elige
su carácter y sólo Dios sabe quién y cómo juzga nuestros méritos. Si tuviera
estudios lo entendería todo. Como soy un asno, todo es un enigma. No sé si me
pierdo gran cosa.